Historia.

Cerca de las diez de la noche decidió descansar. La vida lo estaba llevando para donde menos se hubiera imaginado, se encontraba con más actividades y todas le gustaban, pero en ese entonces, como ahora, los días eran finitos y el trabajo se llevaba la mayor parte del día, y las fuerzas. Solía hacer bromas sobre la metafísica meta de robar la sucursal sin moverse de su casa. ¿Y si lo hiciese?
Necesitaba dinero y eso perturbaba su imaginación. También bromeaba con la idea de poner una agencia paralela de patentes de inventos que se complicaba por ineficaz, loterías no jugaba y su trabajo era mal pago. Sumergido en los recortes de los diarios y la colección de volantes que le prestó su tía Mariel sufría por el tiempo que no alcanzaba. Volvía a sus documentos. En la época del centenario eran pocas las mujeres de la militancia anarquista de un Buenos Aires un tanto más sencillo que el suyo, de veladas resistencias y también de luchas abiertas. Mariel era una bambina de ojos verdes que hacía de correo entre Reno Gizzi y los del sindicato. Ella guardaba algunos volantes porque del lado en blanco Reno le escribía poesías y piropos en cocoliche.

“Ahora la noche por la noche descansa. Se tapa con nubes y sueña imágenes bonitas que también están en nuestros sueños. Ocurre que la noche no cesa de leerlos. Todos. Todos los anhelos y los sueños de todos. Por momentos deja caer su llanto en los humanos. Nos priva de las estrellas, vuelve en infierno al más tranquilo de los mares; rompiendo en mil pedazos la ilusión de tantas almas. Es que en su resentimiento explica su inocencia.”

Pero en sus textos la poesía convive en el espacio del pasado, con las luchas del pasado. La historia del movimiento obrero según un libertario. Bandera Proletaria, La protesta y La chispa. Folletos y libros que venían del Uruguay de España o de países extraños.

Por los ruidos en la escalera descubre que no está solo; saluda con una sonrisa y se dispone a hablar como no lo hizo en todo el día. Le gustan esas visitas de su pequeña amante. Va hacia la comida y la presenta ordenadamente en una mesa a medio armar, cuida que no falte nada y se sientan a cenar.

Sobre el mantel queda un periódico y sobre el periódico un círculo separa un diálogo:
César.- ¿Pero cómo haréis esa revolución si sois cuatro gatos?
Jorge.- Es posible que no seamos más que cuatro. A ustedes les agradaría eso y no quiero quitarles una ilusión tan dulce. Quiero decir que nos esforzaremos para ser ocho, y después diez y seis.
Ciertamente, nuestra tarea, cuando no se presentan ocasiones de obrar mejor, es hacer propaganda para reunir una minoría de hombres concientes que sepan lo que deben hacer y estén decididos a hacerlo. Nuestra misión es preparar a la masa, o la mayor parte posible de la masa…
En el margen con letras muy pequeñas en tinta azul alguien escribió la aclaración “En el café, de E. M.”.