Sasha y el viaje de Azimel

A Sasha no le importa nada ni nadie.
Va a las cosas con una mano y las toma sin mirar, o las deja sobre el borde de la mesa, muy al borde. Puede ser que a veces esos objetos caigan a su espalda y se rompan como las olas al final del mar; no importa. No le importa nada.
Golpea la puerta con un llamador con forma de puño y color de estatua. Sabiendo que no abrirán ella misma se ocupa de hacerlo. Camina hasta el patio y una mujer se asoma de una de las puertas. Pregunta por Selmar y la señora le indica la escalera.
-Subí que está. Por el silencio debe estar.
Sasha no entiende la deducción pero igual agradece con una sonrisa y un lindo gesto de sus ojos. Antes de llegar lo llama despacio y Selmar no tarda en asomarse a la puerta para recibirla en el último descanso apoyado en la baranda.
- Traigo noticias de Hungría, tengo un sobre para Azimel.
- Entrá que preparo algo caliente. No te esperaba, - le dice mientras le ayuda con su bolso y un abrigo que ella trae acomodado en su brazo izquierdo.
El siente que la besa cuando recibe sus manos y la besa en los ojos, con los ojos. Esa visita no le hará bien, todavía no entiende como Sasha y el no siguen juntos.

Fue Sasha quien le presentó a Azimel para que no estuvieran solos ya casi tres años atrás. Según ella fue la única vez que se preocupó por él, y para Azimel era el hombre perfecto, el que tanto soñó y cuando las complicidades de la adolescencia entreveraban sus sueños. Era ella misma quien los separaba ahora trayendo una larguísima carta y bastante dinero.